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martes, 2 de noviembre de 2010

RESERVA NATURAL LAGUNA GRI GRI EN RIO SAN JUAN



DE UN OCEANO DE OLAS DESAFIANTES A UN REMANSO COBIJADO DE GRIGRIES

Por Tony Rodríguez

Entre los municipios Cabrera y Gaspar Hernández, justo en la localidad nombrada Río San Juan, perteneciente a la provincia María Trinidad Sánchez, está la reserva natural Laguna Gri Gri.

Al llegar a la “laguna”, en la desembocadura del río San Juan, esperan los boteros, los botes, los niños practicantes de pescadores y de boteros, los lugareños que aprovechan para darse el baño diurno, como para no morir moros con la bendición del santo que bautizó a Cristo.

Inicia la aventura, turistas nacionales y extranjeros abordan. Se enciende el motor, y bajo la cobija de los árboles gri gri, en bosque húmero, bocas cerradas para que la mierda de los pájaros no subvierta la oportunidad de vivir una experiencia sin igual bordeando las raíces de manglares y enrumbados por aguas del Atlántico.

Los rayos del sol y la música de los pájaros se ocupan de animar el ambiente. A poco tiempo se pierden los árboles y comienza la aventura contra las olas. Piedras lejanas, ancho mar, diez minutos o milésima parte de un viaje a Puerto Rico.

Los perros ladran desde el patio de una villa que se perfora sobre una piedra en el mar. Se acerca el bote a las peñas, un cambio mágico repentino del color de las aguas de azul de mar a un turquesa iluminada por los tamices solares.

La Cueva de las Golondrinas, oscura y encantada. El bote gira lentamente, el botero saca del lugar a sus clientes, y los anima a conocer las esculturas que recrean la existencia prehistórica de indígenas que amaron estas tierras y estas aguas antes que los conquistadores lo hicieran de inicua manera.

La cara del indio que no abandona el perfil con mentón que casi besa al mar. La piscina natural, la playita pública y después otra con arena apareada con erizos. Diez minutos más, se gasta el tiempo, regresando por los grigries, mansos y absorbentes de sol y proyectores de sombras.

Cuánto gusto da salir de Santiago, a cualquier lugar lejos de Aguilas Cibaeñas quebrantadas por la mala racha, cuántas birras destapadas y sorbidas.

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