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Por Eugenio Taveras
Saludo y admiro a
todos los que, al igual que quien esto escribe, se han atrevido a decirle NO a
un primer trago y que son, indudablemente, las personas en las cuales puedo
confiar, pues, nunca me invitarán a comprar una botella que dentro haya
alcohol, ya que saben hasta donde llego una vez introducido en mi torrente
sanguíneo esa fatídica primera copa. Por
la razón antes descrita los llamo, de todo corazón, compañeros de Alcohólicos
Anónimos, y los seguiré llamando así, COMPAÑEROS, y los seguiré nombrando mis
salvadores junto a un Poder Superior y a las herramientas que ofrece el
programa en los libros que nos legaron los fundadores Bill y Bob. Sigo buscando en
ellos lo que otros no pueden darme, porque carecen de la palabra entendimiento,
porque sé de las debilidades que me acompañan desde mi nacimiento, aumentadas y
descontroladas por el uso desmedido del alcohol, un lujo que yo descubrí no me
puedo dar, porque me sugirieron que no puedo entrar en controversia, debido a
que fuera del programa el más listo de los mortales no me entiende, y no me
entiende por muchas razones, las cuales no pueden ser detalladas en tan corto
espacio, pero que sí puedo nombrar algunas para no dejar inconcluso el
contenido del presente escrito, ahí les van: dudan tajantemente que
cuando entro en contacto con el líquido enervante, pierdo la capacidad de
parar. Que soy un problema
para todos los que me rodean, incluyendo el perro y los mobiliarios de la casa;
dudan que cuando llego a este punto, hago cosas que luego no recuerdo haberlas
hecho y, simplemente, respondo: no recuerdo; es ahí cuando entra en acción la
mal llamada amnesia alcohólica y junto a ella llegan las lagunas mentales,
estado grave que solo tiene solución deteniendo, de una vez y por todas, la
ingestión para evitar males mayores, decisión reservada para valientes que se
atreven a entender que perdiendo se gana, y eso es precisamente lo que he
aprendido. He aprendido
también, que solo por hoy, por ahora, no debo darme esa primera copa que tanto
daño me hizo e hice a todos a mi alrededor, y aun así, no todo está seguro,
porque los pecados capitales, siete en total: ira, soberbia, lujuria,
avaricia, envidia, egoísmo, gula y vanidad, que se desarrollaron a escala
anormal, siguen ahí y debo tenerlos presentes en todos los actos de mi diario
vivir, tomando en cuenta que ayer no fui responsable ni mucho menos tengo que
sentirme culpable por los desmanes cometidos en mi vida alcohólica activa, pero
que hoy debo tener pendiente que sí lo soy y estar dispuesto a responder por
ellos. Me mantengo
adherido a la comunidad de Alcohólicos Anónimos como el náufrago que se abraza
a su salvavidas para sobrevivir en alta mar y debo seguir pegado a él porque es
mi única salvación dentro de las tempestades que me provoca el consumo de
alcohol en todas sus manifestaciones, si cometiera el error de volver a darme
un primer trago, debido a que ese primer trago es suficiente para destruir todo
lo que me rodea e iniciar sin reversa el camino al fracaso definitivo, porque
en la comunidad de Alcohólicos Anónimos me han dicho y reiterado que si caigo
se unirá la cinta para continuar la filmación de una película que el
director detuvo, con la diferencia de que me tomaré los tragos de ayer, los de
hoy y tomaré prestado por adelantado a tiempo futuro y poder así saciar la sed
que se acumula en mi enferma mente, la cual no olvida que cuando detuve la
bebida debí tener presente que no podía dejar en ella la más mínima idea de
volver a beber, nunca, ya que soy un enfermo incurable. Sigo y seguiré
dentro del huacal como el huevo que si se cae se rompe, porque con el programa
y los miembros en AA descubrí que no es la cantidad la que me hace daño, sino
una condición que tengo dentro de mi cuerpo y mente que me hace diferente a los
que sí pueden darse ese lujo; me siento ORGULLOSO de haberlos encontrado y,
todavía, diez (10) años después sigo en la lista de los vivos, porque muchos se
han ido a destiempo por no tener la capacidad de decir NO a un primer trago y
otros muchos deambulan por esas calles deseando poder detener su inminente
caída al abismo que van sin reversión, porque llegarán a la puerta del infierno
intentando poder beber como aquellos que sí pueden.
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